Asociación Cultural para el afianzamiento de vínculos culturales entre Burgos y Japón
martes, 6 de agosto de 2013
bye, bye little boy...
Otro 6 de agosto:
Según una crónca del Newyork Times, Paul Tibbets, el piloto del B-29 que arrojó "la bomba", grotescamente bautizada con el nombre de "little boy", una mañana de 1945 causando más de 100.000 muertos civiles e innumerables heridos de por vida, dijo en una ocasión haber cumplido con su deber patriótico y haber hecho "lo correcto", asegurando dormir tranquilamente todas las noches.
Imaginemos por un intante que este joven oficial caucásico, nacido un 23-F en Quincy, Illinois, no hubiese pertenecido a la arrogante nación que impuso su orden tras la capitulación del Japón, sino que lo hubiese hecho en un pequeño país silámico de oriente próximo. Seguramente, la prensa oficialista no le habría calificado de "heroe", no se le habrían concedido medallas ni honores y su muerte no se hubiese llorado por sus compatriotas, ni habría sido enterrado con honores militares. A buen seguro, se habría creado un "comando especial" que lo buscase por cielo y tierra y lo habrían "liquidado" como a una rata arrinconada, siempre bajo la covertura la la omnipotente televisión CNN, para regodeo de un océano de telexpectadores pasados de peso y menguados de raciocinio.
Poco importa ya quién fuese, lo que hiciese en nombre de qué. Las heridas se van cerrando y la memoria se desdibuja con el pasar de los años. Los jóvenes japoneses prefieren vivir su ciberesxistencia a tope; no es país para viejos. Entre tanto, en algún oscuro rincón de un empobrecido país, se purifica el uranio que dará forma al caliz que recogerá los amargos frutos de la ira.
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